Cuenca 16 de septiembre de 2011
Les voy a contar una historia…
Había una vez tres sabios… Y, eran muy sabios.
Aunque los tres eran ciegos. Como no podían ver, se habían acostumbrado a conocer las cosas con sólo tocarlas. Usaban sus manos para darse cuenta del tamaño, de la calidad y de la calidez de cuanto se ponía a su alcance.
Sucedió que un circo llegó al pueblo donde vivían los tres sabios que eran ciegos.
Entre las cosas maravillosas que llegaron con el circo, venía un gran elefante blanco. Y era tan extraordinario este animal que toda la gente no hacía más que hablar de él.
Los tres sabios quisieron también ellos conocer al elefante. Se hicieron conducir hasta el lugar donde estaba y pidieron permiso para poder tocarlo.
Como el animal era muy manso, no hubo ningún inconveniente para que lo hicieran.
El primero de los tres estiró sus manos y tocó a la bestia en la cabeza. Sintió bajo sus dedos las enormes orejas y luego los dos tremendos colmillos de marfil que sobresalían de la pequeña boca. Quedó tan admirado de lo que había conocido que inmediatamente fue a contarles a los otros dos lo que había aprendido. Les dijo:
- “El elefante es como un tronco, cubierto a ambos lados por dos frazadas, y del cual salen dos grandes lanzas frías y duras”.
Pero resulta que cuando le tocó el turno al segundo sabio, sus manos tocaron al animal en la panza. Trató de rodear su cuerpo, pero éste era tan alto que no alcanzaba a abarcarlo con los dos brazos abiertos. Luego de mucho palpar, decidió también él contar lo que había aprendido. Les dijo:
- “El elefante se parece a un tambor colocado sobre cuatro gruesas patas, y está forrado de cuero con pelo para afuera”.
Entonces fue el tercer sabio, y agarró el animal justo por la cola, se colgó de ella y comenzó a hamacarse como hacen los chicos con una soga. Como esto le gustaba a la bestia, estuvo largo rato divirtiéndose en medio de la risa de todos. Cuando dejó el juego, comentaba lo que sabía. También él dijo:
- “Yo sé muy bien lo que es un elefante. Es una cuerda fuerte y gruesa, que tiene un pincel en la punta. Sirve para hamacarse”.
Resulta que cuando volvieron a casa y comenzaron a charlar entre ellos lo que habían descubierto sobre el elefante no se podían poner de acuerdo. Cada uno estaba plenamente seguro de lo que conocía. Y además tenía la certeza de que sólo había un elefante y de que los tres estaban hablando de lo mismo, pero lo que decían parecía imposible de concordar. Tanto charlaron y discutieron que casi se pelearon.
Pero, al fin de cuentas, como eran los tres muy sabios, decidieron hacerse ayudar, y fueron a preguntar a otro sabio, que, de lo que se conoce era médico de familia y había tenido la oportunidad de ver al elefante con sus propios ojos.
Y entonces descubrieron que cada uno de ellos tenía razón.
Una parte de la razón.
Pero que conocían del elefante solamente la parte que habían tocado.
Y… creyeron al que lo había visto y les hablaba del elefante entero.
La integralidad es uno de los pilares de la medicina familiar, cuan importante es ver a la persona como un ser completo, no solo la suma de las partes, recordemos, que habitualmente somos mas que la suma, lo que en farmacología conocemos como potenciación.
Barbara Starfield dijo: la atención primaria se enfrenta a la mayoría de los problemas de salud, en la mayoría de las personas, la mayor parte del tiempo. Entre sus prioridades están la accesibilidad y la coordinación con los otros servicios. Existe mucha evidencia que muestra que la buena relación con un médico de atención primaria escogido libremente a lo largo de muchos años se asocia a un mejor cuidado, mejor salud y a menor costo.
Al hablar de la continuidad en el tiempo, sabemos que las enfermedades, o patologías que vemos los médicos son un instante (mas o menos largo) en la vida de los individuos. Por la transversalidad de la medicina de familia hace que el tiempo, algo tan difícil de definir, sea nuestro aliado. Para el especialista es un tiempo absoluto, un corte vertical. Para el paciente y su familia es un momento de su vida no la totalidad.
El español Juan Gervás afirma “Usted y su familia están en peligro si no tienen un médico de cabecera, si no tienen un médico que coordine los cuidados de otros médicos.
El médico de cabecera es el “agente” del paciente, y decide como si fuera el propio paciente. Es decir, decide junto al paciente con el conocimiento de un médico especialista en problemas frecuentes, y en el conjunto de problemas de la persona (en su entorno familiar, laboral, cultural y social)”.
La familia es una de las instituciones humanas mas antiguas, ha evolucionado con el tiempo, pero seguirá siendo la base de la relación entre las personas y, fundamentada en la teoría general de los sistemas, es la unidad de atención de esta especialidad.
La expectativa de vida se ha incrementado lo que hace que el manejo y sobre todo la prevención de las enfermedades crónicas, sean una de las fortalezas del Médico de Familia.
El perfil del médico familiar ecuatoriano comprende una actitud empática, con la habilidad de establecer una excelente relación con sus pacientes, que trate personas, no enfermedades, por tanto, debe:
1. Ser la puerta de entrada al sistema de salud, velando por la accesibilidad geográfica, cultural y económica.
2. Recibir a personas con cualquier problema de salud sin límite de edad, sexo, condición social y complejidad de su problema.
3. Resolver los problemas de salud más frecuentes y coordinar con otras especialidades el seguimiento de aquellos que lo necesiten.
4. Hacer uso eficiente de los recursos de la Atención Primaría de la Salud.
5. Abordar los problemas de salud del individuo y la familia en sus dimensiones física, psicológica, social, cultural y existencial, priorizando a lo comunitario como su campo de acción.
6. Mantener una relación de continuidad en el tiempo con la persona y su familia utilizando herramientas de comunicación efectiva y toma de decisiones compartida.
7. Realizar actividades de prevención, promoción, curación y rehabilitación de problemas agudos y crónicos.
8. Promover la calidad de vida de las personas durante su ciclo vital individual y familiar.
9. Mantener y coordinar la atención de las personas en la consulta, servicio de urgencias, hospitalización según lo requiera.
10. Formar equipos de atención multidisciplinarios que trabajen en redes.
11. Manejar actividades docentes y de investigación en su ámbito de ejercicio.
12. Con una alta calidad científica. No solo hay que ser empático… También hay que ser buen médico.
Entonces que sea capaz de "Curar algunas veces, aliviar frecuentemente, confortar siempre". Como lo dijo Edward Trudeau.
Hubo una vez un joven que quería cambiar al mundo, que predicó su filosofía y su verdad en los mejores años de su vida pero veía que sus esfuerzos eran vanos.
De pronto decidió continuar, ya no con el mundo, sino con su país.
Ahí hablaban su mismo lenguaje, y le entenderían mejor y además, si lograba cambiar a su país cambiaría al mundo.
Así pues los años siguientes se dedicó a recorrerlo y obtuvo el mismo resultado, todo esfuerzo de cambio fue inútil.
Recapacitó y decidió que tenía que empezar por su ciudad natal, ahí conocía bien las costumbres y creencias y, al cambiar a su ciudad cambiaría a su país y después al mundo.
En este momento era ya un hombre y recorrió su ciudad confiando en que, por su experiencia, los demás lo seguirían, pero el resultado fue igualmente negativo.
Siendo ya un anciano recapacitó y pensó que en toda su vida había vivido en un error, que debió haber empezado por su familia, y así cambiando a su familia cambiaría a su ciudad, a su país y por último al mundo.
Y fue así como dedicó los años que le quedaban de vida, tratando de cambiar a la gente más cercana a él, con los mismos resultados, el cambio jamás se gestó.
Ya en su lecho de muerte le sobrevino este pensamiento:
¡Me equivoqué siempre, si hubiera empezado por mí, mi familia hubiera cambiado, y mi ciudad, y mi país y mi mundo!
Cuando iniciamos el Postgrado con la Dirección de Ritha Bedoya, ofrecimos que cada uno de los estudiantes cambiaría. Para bien. Y los años por venir nos darán la razón con el trabajo cumplido.
Fue un desafío continuar con la posta de Ritha con toda su sapiencia, experiencia y don de gentes.
Quiero agradecer a todos los que han apoyado al proceso, al Dr. Mario Jaramillo, al Ingeniero Francisco Salgado y al Departamento de Postgrados, al Dr. Edgar Rodas, que tuvo la visión de este reto, que ahora se hace realidad, al Dr. Hernán Sacoto y a la Facultad de Medicina.
De manera especial a Lucy Matailo, quien ha demostrado lo buena amiga y médica de familia que se puede ser, en su Jima natal y mas allá, a Alberto Quezada y José Sola, maestros como pocos, con una historia de vida y profesional inimitables, a Diana López, Maribel Valdivieso, Miriann Mora, Nelson Torres y Wilson Sigüencia, guías incondicionales y leales con esta transformación.
A cada uno de los estudiantes, hoy graduados. Compañeros que han puesto su mayor esfuerzo para que la Atención Primaria sea cada vez mejor, representativa y mas fuerte en beneficio de nuestros pacientes.
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